La imagen de hecho es un trabajo de la artísta Inga Nielsen, quien es también una estudiante de Astrofísica. La Imagen fue creada por un programa computacional, y es llamada “Hideaway”.Aquí está la página web de la artista . |
Historia original escrita por Lily de Wakabayashi, no basada en ningún fandom de anime, serie, libro, película, novela o leyenda. La Luna está inspirada en Jazmín, un personaje original creado por Lily de Wakabayashi. El Sol está inspirado en Mijael, un personaje original creado por Elieth Schneider, con consentimiento expreso de su autora para usarlo.
Esto lo había leído hace poco,de otro sitio y justo hoy encontre a su autora.
El legendario amor entre el Sol y la Luna, aquél amor que ha pasado de boca en boca y que ha servido de inspiración para trovadores y enamorados y ha sido la bandera de todas las parejas del mundo, no surgió en el firmamento, como todos creen, sino en la ciudad de Guanajuato, en México, durante un Festival Internacional Cervantino. Y si no lo crees, mejor será que leas esta historia.
Cuenta la leyenda, que hace ya muchísimos años, el Sol miraba la fiesta que se organizaba en las calles de Guanajuato durante los días que duraba el Festival, y sintió deseos de bajar a la Tierra, al ver que toda la gente se la pasaba muy bien ahí. El Sol miraba a los jóvenes pasear por las misteriosas calles de la ciudad, enamorando a la muchachas y adentrándose en la aventura, vio las obras de los artistas callejeros, los bailes de las danzarinas improvisadas y escuchó las canciones de los juglares y sintió deseos de ser un humano para vivirlo todo en carne propia. Las Nubes, guardianes y consejeros del Sol, no estaban muy conformes con los deseos del Astro Rey y trataron de disuadirlo de su idea; no era prudente el que el Sol dejara su puesto en el vasto firmamento para bajar a la Tierra.
- Si usted bajara, el cielo se quedaría sin luz ni calor y el día dejaría de existir.- dijo el general del ejército del Día.- Sería un caos tremendo.
- Puedo usar tan solo una parte de mi fuerza para bajar a la Tierra y dejar el resto cuidando el firmamento.- replicó el Sol.
- Podrían descubrir su identidad real.- insistió el general.
- Tendré cuidado de no acercarme a nadie.- respondió el Sol.- Solo quiero divertirme.
- Pero podría encontrarse con su enemiga mortal, la Luna.- dijo entonces Nube.- Usted sabe los rumores, de que ella baja a la Tierra a cautivar a los hombres.
- En ese caso, si ella va, yo también.- sentenció el Sol.- Si ella ha podido andar entre los humanos sin problema alguno, yo podré hacer lo mismo.
Para el Sol, no era desconocido el hecho de que la Luna, la reina de la Noche, era su enemiga mortal. Desde el inicio de los tiempos, se rumoraba que la luz que la Luna reflejaba no era suya, sino que era robada de otros astros con luz propia, así como también se decía que ella buscaba incansablemente al Sol para robarle su luz, ya que era ésta la más poderosa de toda la Galaxia. Por eso se creía que la Luna se paseaba en la Tierra, ya que sería ésta la única manera en la que ella podría encontrarse con el Sol; viviendo en reinos tan opuestos, no habría otra manera de encontrarse ya que ambos no podían estar en el mismo lugar al mismo tiempo (por lo del día y la noche, que no existen al mismo tiempo). Así pues, la preocupación de las Nubes era justificada, si el Sol llegara a encontrarse con la Luna en la Tierra, las consecuencias serían fatales. Sin embargo, le correspondía al Sol tomar la decisión final, y si él lo decía, los demás debían obedecer.
- Iré, les guste o no.- sentenció el Sol.- Yo siempre he creído que lo que se dice sobre la Luna son exageraciones, y si me la llegara a encontrar, muy seguramente no sabría quién es ella ni ella sabría que soy yo, ya que yo no conozco su forma humana y ni ella la mía.
Ante tal razonamiento, las Nubes ya no dijeron nada. Así pues, el Sol usó tan sólo una pequeña parte de su esencia para transformarse en un apuesto joven de cabellos dorados, que asemejaban sus rayos de luz, y de ojos azules, tan claros como el cielo del día, y sobre su frente la marca que denotaba su verdadero origen, un sol, marca que ningún ser humano debería ser capaz de apreciar. Las Nubes, por supuesto, no iban a dejar al Astro Rey solo y bajaron a la tierra con él, en la forma de atractivos jóvenes de razas diversas. Así pues, el joven Sol se posó en Guanajuato, y se disfrazó como todos los que estaban presentes en la fiesta, aprovechando el crepúsculo para hacer acto de presencia.
La mayoría de las personas que vieron al Sol llegar se quedaron boquiabiertas a ver a tan atractivo hombre que vestía lujosamente un traje blanco con detalles en dorado y que usaba un antifaz de oro que cubría su identidad. Estando en cualquier otra ciudad, mucha gente se habría sorprendido de ver a tan hermoso joven vestido como para un Carnaval, pero eso no pasaría ahí, no en Guanajuato, no en el Cervantino, en donde hasta la persona más extravagante se sentía como en casa. Así pues, la gente que veía pasar al Sol se sentía intimidada por su presencia, creyendo que se trataba de algún príncipe o rey de alguna tierra muy lejana, quien disfrutaba del Festival.
No faltaron las jovencitas que quedaron prendadas del apuesto joven al verlo pasar, y más de una quiso llegar más allá, pero el Sol mantenía su prudente distancia. Él no comprendía el por qué los humanos eran tan sensibles al poder de eso que ellos llamaban amor, una fuerza que terminaba por ser demasiado peligrosa sino se manejaba con la debida precaución. Así pues, el Sol se mantenía alejado de todas las chicas que lo pretendían, ya que a él solo le interesaba divertirse; sin embargo, hubo más de una que le preguntó su nombre, y él no sabía qué responder.
- Necesita usted un nombre.- le dijo Nube.- Un nombre humano.
La gente aquí me llama Apolo.- dijo el Sol.- O Febo, pero esos nombres no me agradan en lo más mínimo.
- Busque entonces uno de su elección, es lo de menos.- replicó el general.
El Sol buscó entonces algo que pudiese servirle como nombre, y entonces vio un letrero que lo ayudó a decidirse: San Miguel de Allende, ciudad cercana a Guanajuato, y también muy famosa turísticamente hablando; debajo de ese letrero, se encontraba un muchacho que usaba una playera del equipo de Alemania y que miraba distraídamente hacia otro lado. El Sol supo entonces que había encontrado el nombre perfecto para él, Mijael, que era Miguel pero en versión alemana.
- Me llamaré Mijael.- dijo el Sol, decidido.- Ése será mi nombre.
El general asintió y el joven Sol continuó por su paseo por Guanajuato, diciéndoles a todos que su nombre era simplemente Mijael. Era maravilloso estar ahí, el Sol sabía que mejor idea no podía haber tenido.
Mientras tanto, en su palacio de plata, la Luna había estado contemplando melancólica la ciudad de Guanajuato. Ella había bailado en cada rincón del planeta, había compartido escenario con los mejores bailarines y había hecho la delicia de cuantas personas tuvieron el gusto de verla bailar. Sin embargo, la Luna no había podido experimentar el placer que sentían las parejas enamoradas al bailar, principalmente porque ella nunca había estado enamorada.
- El amor se hizo para los mortales, mi señora.- le decían las Estrellas, sus eternas compañeras.- No para cuerpos celestes como nosotras.
- Lo sé, pero al menos por una vez quisiera saber qué se siente el bailar con el ser amado.- suspiraba la Luna.- El saber qué se siente compartir la misma música con alguien más.
En el Festival Cervantino, la gente parecía divertirse y enamorarse más que en cualquier otro sitio, y la Luna tuvo deseos de bajar a bailar. Quizás ahí podría encontrar la oportunidad que buscaba, en medio de esa gente que creía en la verdad y en la pureza del amor libre, en esos cuerpos que danzaban al son de una canción erótica, entre los deseos y los sueños por cumplir de sus participantes.
La Luna siempre quedaba extasiada cada vez que se realizaba el Cervantino, pero por algún motivo u otro nunca había podido acudir a uno, era quizás el único sitio que la Luna no había podido visitar en su forma humana, y esto era porque las Estrellas siempre respingaban cada vez que su señora bajaba a la Tierra, ya que ella nunca escuchaba consejos ni precauciones y lo menos que ellas podían hacer para proteger a la Luna era impidiéndole bajar a la Tierra cuando ellas veían peligro inminente.
- Debe cuidarse mucho del Sol, si baja a la Tierra.- le recordó la comandante del ejército de la Noche.- Usted sabe que con una sola mirada a ese ser y usted quedará derretida al instante.
- Eso lo sé perfectamente bien.- bufó la Luna.- Tú te encargas de recordármelo cada vez que voy a bailar, y yo sinceramente sigo sin comprender en dónde está el motivo de tal precaución. Nunca he visto al Sol en mis múltiples viajes, y es más, yo no creo que sea tan terrible como quieren hacerme creer. Si es capaz de dar su luz para producir vida, no veo cómo pueda ser capaz de quemarme con solo mirarme.
- Pero señora... .- gimoteó la Estrella.- Es peligroso, el Sol tiene un poder tremendo...
- Poder que, de haber querido, ya hubiese usado contra nosotras, ¿no crees?.- cuestionó la Luna.- Iré al Festival, pero no te preocupes, que tendré mucho cuidado.
- Irá al Festival, pero no irá sola.- replicó la Estrella.- Nosotras iremos con usted.
- Mucho mejor.- sonrió la Luna.- Así ustedes podrán ayudarme a encontrar el amor.
La Luna conocía muy bien las historias de amor que los humanos tejían alrededor de ella. Por algún motivo, los hombres relacionaban mucho a la Luna con el amor, sin saber que ella era la más solitaria de todos. Había, sin embargo, algo que le daba esperanza a la Luna y era la historia que contaba que ella (Artemisa, Diana, cualquier otro nombre con el que los humanos hubiesen bautizado a la Luna) se había enamorado de un pastor llamado Endimión, un amor que sin embargo no resultó del todo bien. La Luna, sin embargo, era optimista y sentía que en algún lugar estaba esperándola su amor...
Pues bien, la Luna se transformó, como siempre, en una muchacha hermosa, una mujer de piel tan blanca como su faz, con cabellos largos y negros como la noche y ojos del mismo color con chispas de estrellas, y se vistió con un hermoso traje blanco con adornos en plateado, colocándose también un antifaz para que nadie pudiese verle el rostro; debajo del antifaz, sobre su frente, se dibujaba la figura de una media luna, la marca de su verdadera condición, alguien que nadie debía ver jamás. Ella ya había decidido que solo se dejaría ver por aquél hombre que robara su corazón. Las Estrellas, a su vez, se convirtieron en muchachas hermosas, digna corte de doncellas de una reina estelar.
Una vez en la Tierra, todos los hombres volteaban a ver la corte nocturna, pero sobre todo miraban embobados a la hermosa mujer que con tan solo una mirada de sus bellos ojos oscuros los dejaba ya cautivados. No faltó el joven aventurero que se atrevió a preguntarle a tan bella y elegante dama su nombre, y la Luna respondía siempre con una luminosa sonrisa.
- Me llamo Jazmín.- decía.
No era casualidad. La Luna había decidido ese nombre debido a que la primera vez que ella bajó a la Tierra, lo hizo en medio de un campo poblado de jazmines, y la Luna había quedado tan cautivada por el fragante aroma de las bellas flores y por su blancura radiante, que decidió usar su nombre para llamarse así en su forma humana: Jazmín. Así pues, la Luna se hacía pasar por una joven que solo ansiaba bailar, con la esperanza de encontrar a su verdadero amor algún día... Sin embargo, ella rechazaba a todos los hombres que la cortejaban, porque Jazmín no veía en ellos lo que tanto buscaba...
Al pasar por en frente al teatro Juárez, obra arquitectónica y maravilla de Guanajuato, la Luna vio a un grupo de juglares entonar sus alegres y divertidas coplas y un grupo de danzantes callejeros que divertían a los demás, y Jazmín tuvo el deseo de bailar con ellos. Uno de los juglares le tendió la mano con una gran sonrisa y la invitó a bailar, y ella aceptó, emocionada. Pronto todos los presentes se quedaron boquiabiertos al ver a la Luna bailar, ella lo hacía con tanta gracia y elegancia que dejó a los presentes cautivados.
- ¿Quién es esa hermosa joven?.- preguntaba alguien.
- Dicen que es una extranjera de lejanas tierras, pero yo creo que proviene de algún remoto lugar de este país.- respondía otro.- Su nombre es Jazmín.
Jazmín, Jazmín, el nombre de la chica comenzó a correr de boca en boca por todos los presentes, así como su belleza y gracia al bailar. La Luna se sentía feliz, solo bailando se sentía completamente libre...
No muy lejos de ahí, el Sol había visto a unas cuantas muchachas coquetearle y se decidió a seguirlas, pero pronto apareció un chico que les murmuró algo y todas salieron corriendo tras él. De hecho, la gente alrededor de ellos comenzaba a murmurar entre sí y a dirigirse específicamente hacia un sitio en particular. El Sol, extrañado, le preguntó a uno de los muchachos qué era lo que estaba ocurriendo.
- Dicen que a las afueras del Teatro Juárez hay una muchacha que bailar como los ángeles.- le respondió.- Una hermosa mujer que teje sueños con sus pies.
Ante esto, las Nubes tuvieron mala espina pero el Sol se sintió cautivado. ¿Una bella joven que bailaba? Eso era algo que él tenía que ver; así pues, Mijael se dirigió hacia donde todos iban, y sin mucho esfuerzo consiguió pasar entre la multitud que ya había arremolinado en torno a los danzantes. Bastaba con que el Sol los mirara para que todos retrocedieran, anonadados; así fue como él consiguió llegar al frente del corro de personas y vio entonces a la mujer más bella de la Galaxia bailar con la gracia de la noche, una hermosa chica de largos cabellos negros moverse con el viento y entonces el Sol quedó cautivado. Sin saberlo, se había enamorado perdidamente de esa misteriosa joven con tan solo verla.
- ¿Quién es ella?.- preguntó Mijael, a quien quiera que pudiese darle una respuesta.
- Se llama Jazmín.- contestó alguien.- No sabemos más de ella; quizás sea una bailarina profesional.
El Sol solo captó el nombre de ella, y se quedó contemplando como hipnotizado su hermoso baile. La Luna, a su vez, bailaba muy concentrada, sin darse cuenta de nada, y hasta el final de la canción ella se detuvo e hizo una reverencia para agradecer las ovaciones que le brindó cálidamente su público. Y fue entonces cuando lo vio. Era inevitable, ese hombre rubio destacaba claramente por entre los demás y bastó con solo verlo para que la Luna sintiera en su pecho el golpe de su corazón. Se había enamorado irremediablemente, ella ni siquiera sabía quién era él o que hacía ahí, pero no le importaba, lo único que le interesaba a la pobre Luna era que lo amaba desde ya.
- ¿Quién es él?.- preguntó Jazmín a Stella, la Estrella.
- No tengo idea, mi señora.- respondió Stella.- Debe ser un extranjero.
- Se llama Mijael, y es un príncipe de tierras lejanas.- intervino una chica.- Es todo un Adonis.
La Luna miró entonces al Sol, y éste le devolvió la ardiente mirada. Las Estrellas y las Nubes tuvieron malos presentimientos, pero a sus señores eso los tenía muy sin cuidado. Pronto, la gente que los rodeaba comenzó a acorralar a la Luna y al Sol, todos encantados y maravillados por la magia que desprendían ambos seres.
Fue tan cuestión de un segundo, para que el Sol se adelantara a todos y tomara a la Luna de la mano, y sin decir palabras, sacarla a toda prisa de ahí. La Luna se dijo que debía estar loca por escapar con un desconocido, pero ella se dijo que estaba siguiendo los impulsos de su corazón. Así pues, Sol y Luna corrieron por los callejones de Guanajuato, escapando ambos de sus guardianes y acosadores. Ninguno se había sentido antes tan libre y tan feliz, era como si el simple hecho de estar juntos los transportaba a ambos a un lugar mágico...
No fue sino hasta que ambos se encontraron muy lejos cuando al fin el Sol soltó a la Luna y se dedicó a contemplarla. De que ella era hermosa, lo era, eso ni dudarlo, y sus ojos despedían chispas de estrellas a través del antifaz. La Luna, a su vez, quedó atrapada en el reflejo azul de los ojos de él y en su brillante sonrisa que era como un luminoso amanecer. Ella se sintió cohibida por él y se dispuso a retirarse en graciosa huída, sin nada más que hacer que sonreírle al Sol con dulzura.
- Espera.- la detuvo el Sol.- No te vayas, dime al menos cómo te llamas.
- Mi nombre es Jazmín.- respondió la Luna, con un leve titubeo.- Perdóname en verdad, pero creo que lo mejor será que me vaya.
- ¿No quieres saber cómo me llamo?.- cuestionó el Sol, tomando a la Luna por uno de sus blancos brazos.
- Más que otra cosa.- confesó ella, ruborizada.
- Me llamo Mijael.- él se llevó los dedos de la mano de ella que sostenía a sus labios, para que ella sintiera en su ser la vibración de sus palabras.- Mijael me llamo, mi hermosa Jazmín, y estoy aquí para servirte.
La chica sentía en su piel el calor que emanaban esos labios y se ruborizó, cosa que nunca le había sucedido, como si hubiese sido el calor de él lo que la quemó a ella por dentro, mostrándolo a través de la piel de su rostro.
- Te pusiste colorada.- dijo el Sol, mirándola.
- ¿En serio?.- preguntó la Luna, sin querer que él la soltara.- Nunca me había pasado.
- Pues es una lástima, porque te ves muy hermosa.- replicó él.
Ellos volvieron a mirarse y suspiraron; no querían separarse, no tan pronto, no que ahora ya se habían encontrado. El Sol tomó entonces con más fuerza la mano de la Luna y la sostuvo ahora contra su pecho.
- ¿De verdad quieres irte?.- cuestionó él.- ¿No prefieres quedarte conmigo un rato? Me encantaría pasear por esta ciudad en compañía de una hermosa mujer como tú.
- Vamos entonces.- la Luna siguió sus impulsos.- Yo también deseo estar contigo.
- No se diga más, entonces.- replicó él, y echó a correr, jalando a ella consigo.
Todos miraban sorprendidos al par de jóvenes que paseaban por todos los lugares importantes de Guanajuato, y más que nada se sorprendían porque esa pareja junta desprendía un resplandor tremendamente especial, ya que a pesar de ser de noche, cuando Mijael y Jazmín aparecían juntos parecía que era más bien el mediodía combinado con la suave luz de la noche. La gente que los miraba pasar se quedaba hipnotizada por la magia de esos dos jóvenes, sin saber que en realidad estaban siendo atraídos por el magnetismo del Sol y la Luna. Curiosamente, ninguno sabía quién era el otro, pero las temibles cosas que se rumoraban que pasarían si ellos se juntaban no ocurrieron. Ni el Sol quemó a la Luna, ni ésta se robó el resplandor de aquél, todo había sido nada más que temores infundados, lo único que ellos experimentaban al estar juntos era solamente el sentimiento más antiguo del mundo...
Amor.
Fue en lo alto de la estatua del Pípila donde el Sol le quitó el antifaz a la Luna, y al verla en su máximo esplendor él pensó que no había mujer más bella en todo el planeta, y él, a su vez, dejó que ella le quitara el antifaz del rostro, dejando que observara su rostro completo. Estaba amaneciendo cuando el Sol tomó a la Luna en sus brazos y la besó con suavidad.
El beso entre ambos causó un resplandor tan intenso que la gente pensó que amanecería con tres soles y no solo con uno. Mijael y Jazmín se besaron con pasión y entrega por largo rato, hasta que las Nubes y las Estrellas hicieron acto de presencia. Todos, al verse entre sí, descubrieron con horror qué era lo que en verdad estaba sucediendo y cayeron en cuenta del peligro en el que supuestamente se encontraban sus señores respectivos. Así pues, más tardaron el Sol y la Luna en besarse que sus súbditos en separarlos, presas del pánico.
- ¡Debe alejarse de ella cuanto antes, señor!.- gritó Nube.- ¡Esa mujer es su enemiga mortal, la Luna!
- ¡Mi señora, debemos irnos cuanto antes!.- gritó Stella.- ¡Ese joven no es el otro que el Sol, la persona de quien se debe cuidar!
Mijael y Jazmín, Sol y Luna, se voltearon a ver, sorprendidos, y sin poder creer lo que veían. Ellos, que tan rápidamente se habían enamorado, eran en realidad enemigos mortales. Tenía que ser mentira, pero fue en ese momento cuando Mijael cayó en la cuenta de que el brillo especial de Jazmín era idéntico al resplandor de la Luna, y ella se dio cuenta de que el calor que Mijael despedía no era otro que el calor innato del Sol, y ambos se dieron cuenta de que era cierto lo que sus generales les decían. Además de eso, por si no fuera poco, en la frente de los dos jóvenes fueron bastante claras las marcas de cada uno, en Mijael un sol, en Jazmín una media luna, marcas que terminaron de confirmar la autenticidad de sus verdaderas condiciones. Mijael se hizo hacia atrás, decepcionado; no podía ser cierto, no podía ser verdad...
- Dime que no es cierto.- pidió él.- Dime que no es verdad.
- Quisiera negarlo, pero si lo hiciera aun así quedaría el hecho de que tú eres quien no debes ser.- respondió Jazmín, muy triste.
Mijael entonces extendió una mano hacia Jazmín, pero justo cuando estaba por tocar el rostro de ella, Stella llegó y se llevó a la Luna consigo, mientras Nube se acercaba para proteger al Sol. Jazmín no hizo más que mirar al Sol, mientras su comandante la arrastraba de regreso a casa. A su vez, el Sol fue rodeado por sus súbditos, mientras su general le pedía que se retiraran de ahí cuanto antes...
- Fue lo mejor.- dijo Nube.- Llegamos justo a tiempo, antes de que la ladrona Luna le robara su luz.
- Ella solo me robó algo y no fue mi luz.- replicó Mijael, decaído.- Me robó el corazón...
Nube no hizo caso de las palabras de su señor y lo apresuró a volver a casa también, ya habían tenido suficiente por un solo día. A su vez, mientras se volvía a transformar en lo que era, la Luna pensaba en el Sol y pensaba también en su trágico destino. Era imposible que se hubiese enamorado de quien era su más grande enemigo.
- Tuvo usted mucha suerte.- la reprendió Stella.- El Sol pudo haberla quemado hasta quedar echa cenizas.
- Él jamás me haría algo como eso.- negó Jazmín, muy triste.- Estoy segura de que él nunca me haría daño...
Por supuesto, Stella no estuvo de acuerdo, y una vez que llegaron al palacio de la Luna, la comandante del ejército de la Noche la reprendió por semejante descuido. Por no hacer caso, por no cuidarse, la Luna estuvo en un peligro mortal esa noche.
- Mi señora, se lo dejamos muy en claro.- dijo Stella.- No debe acercarse al Sol, pero no quiso escucharnos, y solo gracias a nuestra oportuna intervención se pudo evitar una tragedia. Ahora, lo mejor será que no vuelva a bajar a la Tierra, por lo menos no hasta que ese festival haya concluido.
La Luna no respondió; ya había dejado su forma humana, ya había dejado de ser Jazmín, pero aun así su corazón no dejaba de pensar en él, en Mijael, en el Sol, el hombre que sin quererlo ni pretenderlo se había convertido ya en el dueño de su corazón.
El Sol no se encontraba en mejor situación. En su palacio celeste, se le iba el tiempo pensando en la Luna, en la hermosa Jazmín y en cuánto deseaba volver a verla. A él no le importaba que ella fuese su enemiga, él la amaba con todo y lo que ella era y representaba, y sabía que no iba a poder ser feliz hasta que no volviera a verla.
Cada uno en su propio palacio se la pasaba pensando en el otro, tratando de averiguar cómo romper esa barrera que los separaba. Era increíble, pero cierto, que aun en el mundo actual hubiese personas que no podía amarse como deseaban, todo por pertenecer a mundos opuestos y totalmente diferentes.
- Mejor será que no piense más en él.- decía Stella a la Luna.
- Mejor será que se olvide de ella.- decía Nube al Sol.
Pero lo cierto era que ninguno podía hacer algo semejante. Mientras tanto, en Guanajuato, todo mundo se preguntaba qué había sucedido con la pareja maravilla, los jóvenes que habían causado sensación en el festival, y se preguntaban también si ellos irían al baile de máscaras que se realizaría en el teatro Juárez esa misma noche. Obviamente, la Luna ansiaba por ir, así como el Sol, pero ambos no sabían cómo volver a encontrarse el uno con la otra, ninguno sabía si el otro estaba o no pensando en lo mismo e iría al baile de máscaras. Sin embargo, ninguno iba a darse por vencido, el amor que ambos sentían era muchísimo más fuerte que cualquier obstáculo por vencer.
Así pues, cuando cayó la noche, el Sol fingió irse al otro lado del mundo, en donde esos momentos se esperaba con ansias su luz, pero lo cierto era que en algún descuido de sus guardianes volvió a convertirse en Mijael y se preparó para el baile de máscaras, usando un traje completamente negro y cubriendo sus ojos con un antifaz dorado. El Sol aterrizó entonces en la ciudad de Guanajuato, y sin necesidad de invitación, se coló al teatro Juárez, en donde ya estaba comenzando la fiesta. Nadie dudaba que ese hombre tan radiante e impresionante formaba parte de un evento como ése, solo bastaba con ver su porte para darse cuenta de eso. Así pues, Mijael entró al baile y se dispuso a esperar, negándose a bailar con ninguna chica, en espera de que en cualquier momento apareciese su hermosa Luna.
La Luna, por su parte, decidió también arriesgarse. Bien decían los humanos que cuando dos personas estaban enamoradas, sus mentes se sincronizaban al igual que sus corazones, de manera que ella sabía que el Sol estaría ahí, en ese baile, sin dudarlo. Así pues, la Luna brilló sobre Guanajuato con su máximo esplendor, con una hermosa faceta completa de su rostro, dejando a todas las estrellas poco menos que obnubiladas y perplejas.
Aprovechando la distracción de sus guardiana, la Luna se transformó en Jazmín y se puso un hermoso vestido blanco de gala y cubrió su rostro con un antifaz plateado. La joven entonces descendió en Guanajuato y se dispuso a entrar a la fiesta. Al igual que como pasó con el Sol, todos le dieron paso libre a la Luna, ya que su belleza y elegancia eran lo único que ella necesitaba para poder entrar. Así pues, Jazmín entró al salón de lujo del teatro, esperando que, efectivamente, Mijael estuviese ahí...
El encuentro entre los dos astros fue más que único. El tiempo pareció detenerse y el aire se cargó de magia cuando Jazmín entró, con paso majestuoso, al salón principal y vio a Mijael al otro extremo, esperándola. Él llegó hasta donde se encontraba ella y tomó una de sus manos, depositando un beso sobre ella.
- Te estaba esperando.- dijo Mijael.- Sabía que vendrías.
Jazmín sonrió y entonces él la tomó por la cintura y ambos comenzaron a bailar; la gente no pudo menos que volver a asombrarse, al ver a esos dos jóvenes que eran casi unos príncipes, tan elegantemente vestidos y que bailaban tan estupendamente, causando un resplandor que era más intenso que el de la vez anterior. Jazmín y Mijael bailaron toda la noche, sin decirse nada con palabras pero todo con el corazón, sin importarles nada que no fuera ellos mismos... Al fin, el Sol se sentía completo, había encontrado lo que tanto necesitaba para vivir, y la Luna estaba feliz porque al fin había podido saber lo que es el verdadero amor y experimentarlo en carne propia...
Por supuesto, pronto Nubes y Estrellas se dieron cuenta de la trampa de sus señores y bajaron a la Tierra a buscarlos, aunque el Sol y la Luna no iban a separarse tan fácilmente, no ahora que ya se habían vuelto a encontrar. Justo a la medianoche, cuando el enorme reloj que se encontraba en la cúpula que adornaba el mercado principal dio las doce campanadas, Mijael se llevó a Jazmín con él al mirador del Pípila, huyendo de sus generales, y la abrazó, susurrándole suavemente al oído:
- Te amo, mi hermosa Luna.- murmuró.- Te amo, Jazmín, y no me importa nada más...
- Te amo, mi Sol.- respondió Jazmín, mirándolo a los ojos.- Te amo, Mijael, aun en contra de todo...
Fue entonces cuando ambos se besaron y se fundieron en un abrazo intenso, para pasar después a las caricias vehementes y a los besos apasionados, y lentamente, los cuerpos de ambos fueron cayendo en el deseo más intenso y la pasión más desmedida. El resplandor que la Luna llena emanaba esa noche quedó oculto cuando el Sol se recostó sobre ella para comenzar a hacerle el amor, y los habitantes de la ciudad se preguntaron qué estaría pasando, si sería acaso un eclipse lunar que no había sido anunciado o el fin del mundo, aunque por supuesto nada de eso estaba ocurriendo, solo el deseo de amarse de dos seres que habían nacido para estar juntos.
Las personas que no lo comprendían comenzaron a salir a las calles, sin saber muy bien lo que pasaba, y entonces desde lo alto del Pípila vieron un resplandor enceguecedor que cubrió a toda la ciudad, un resplandor intenso que marcaba la llegada del éxtasis de ambos amantes furtivos, un resplandor que cubrió de amor y de deseo a todo aquel que tuvo la dicha de presenciarlo...
Dicen, sin embargo, que todo esto no ocurrió y que no es más que una simple leyenda, una de tantas que pueblan las calles de Guanajuato. Dicen, por otro lado, que esto sí sucedió en verdad y que por eso es que durante el Cervantino las jóvenes se disfrazan de Luna, con la esperanza de encontrarse con el Sol, su verdadero amor. Dicen también que esta historia sí ocurrió pero no terminó bien, y sin embargo, si algún día vas a Guanajuato al festival Cervantino, dicen por ahí que podrías encontrarte al Sol y a la Luna paseando juntos, disfrazados para que nadie pueda reconocerlos y disfrutar así del gran amor que ambos se profesan.
¿Será cierto o sólo falsedad? Para saberlo, habrá que ir al Cervantino a averiguar.
Fin.