Enorme cueva de cuarcita en el Auyantepuy - Venezuela

La cueva Imawarí Yeuta de cuarcita está en un punto del Auyantepuy, y esconde numerosos misterios, que aún deben ser analizados por la ciencia. Fotos cortesía La Venta/Jesús Vergara
A mil 500 metros, en las profundidades de una grieta en el Auyantepuy, fue descubierta una cueva de cuarcita que podría ser la más grande en su tipo. La expedición que confirmó la majestuosidad de la gruta fue hecha por un equipo multidisciplinario integrado por venezolanos e italianos, que estuvieron 15 días en el tepuy, dentro del Parque Nacional Canaima, sector occidental, al sur del estado Bolívar.

Las labores para ingresar al lugar se realizaron a comienzos de marzo, pero tardó más de un año en ser planificada cuidadosamente, pues requirió de permisos especiales otorgados por el Instituto Nacional de Parques Nacionales (Inparques). En ella estuvieron presentes por el organismo Jesús Lira y Virgilio Abreu.

Además de estos venezolanos participó el grupo guayanés Theraphosa, encabezado por Freddy Vergara, Jesús Vergara y David Izquierdo. Por el grupo italiano La Venta, Exploración Geográfica estuvieron Antonio de Vito, Carla Corongiu, Francesco Sauro, Vittorio Crobu, Alfredo Brunetti, Jo De Waele, Fulvio Iorio y el miembro honorario del grupo el piloto Raúl Arias, descubridor de la cueva. También estuvo en el apoyo aéreo Julio Testaferro.
El lugar de difícil acceso fue bautizado por el grupo como Imawarì Yeuta que en lengua pemón kamarakoto significa “la cueva donde habitan los dioses de la montaña”, un sitio “inalcanzable a los mortales, rico en aguas purísimas, cristales y estatuas colosales esculpidas en el transcurso de millones de años”, según agrega el grupo La Venta.
El equipo ítalo-venezolano que recorrió completamente la cueva
Correo del Caroní conversó con los espeleólogos italianos, el grupo guayanés Theraphosa y con el reconocido piloto Raúl Arias, famoso por ser amplio conocedor del Parque Nacional Canaima. En todas las opiniones recabadas hay una coincidencia: se trata de uno de los lugares más hermosos jamás vistos, y un descubrimiento importante para la ciencia, pues la cueva está dentro del tepuy y cuenta con una extensión de 15.5 kilómetros.

Pero más allá de los “récord” todos los participantes en la exploración de este lugar desean que este nuevo paso permita continuar con la investigación sobre el origen de la tierra.
Más que fama, desean seguir estudiando y contando con el apoyo de Inparques, las Fuerzas Armadas, la embajada de Venezuela en Italia y todas las empresas que patrocinaron el viaje al “mundo perdido”, como lo denominó el escritor sir Arthur Conan Doyle, sólo que en vez de ser el Roraima el protagonista, es el mismísimo Auyantepuy, donde también está la caída de agua más alta del planeta, el Salto Ángel o Kerepacupai Vená, en pemón.

Gigante sorpresa

Francesco Sauro, uno de los especialistas del grupo La Venta, afirmó que fue para ellos una gran sorpresa adentrarse en la cueva y descubrir dentro tantos matices, ríos, y formaciones rocosas. Acotó que pese a ser un lugar hermoso y lleno de enigmas, la gruta “es muy delicada y necesita de un plan de conservación, por lo tanto no es un lugar para turistas”.



Primigenia Naica
La Venta “gestiona proyectos exploratorios geográfico-espeleológicos ambientados en áreas remotas y de difícil acceso”. Tiene 20 años haciendo expediciones a lo largo del mundo y quizás la que más reconocimiento les ha dado fueron las cuevas de Naica, en el estado de Chiguagua en México. Esa aventura que inició en el 2000 con el descubrimiento de un lugar abarrotado de cristales gigantes (hasta de 10 metros de largo) de selenita -una variedad de mineral de yeso- fue trasmitida por el canal Nat Geo (National Geografic).


Entre los objetivos esenciales de las investigaciones del equipo de La Venta (llamado así en honor a un río mexicano) era “contribuir de manera concreta a la conservación de las áreas en las cuales se trabaja y a la sensibilización de las poblaciones que las habitan. Tantas experiencias trágicas de siglos de investigación geográfica nos han enseñado que explorar no basta, si no se trata de entender qué cosa se ha explorado y el modo para conservarlo”.
El grupo de exploradores hace espeleología (estudio de cuevas) de manera geográfica, intentando entender los aspectos arqueológicos, históricos, antropológicos, físicos. Lo llaman de manera particular “las tierras de la noche” porque están escondidas, es decir las que no se ven pero guardan dentro de sí los misterios de un planeta que aún no ha sido conocido completamente.

Sello local
Freddy Vergara, del grupo guayanés Theraphosa, comentó que dieron con el lugar haciendo un sobrevuelo con el piloto Raúl Arias. Ya en ocasiones anteriores, el capitán había sugerido de la existencia de cavernas, que luego, tras la tramitación de permisos de exploración y la participación de expertos, iban a ser estudiadas.
En esta oportunidad, la visión de Arias dio cuenta de la posibilidad de algo interesante y motivó a La Venta y a la Theraphosa a proponerse una expedición. Los preparativos tardaron más de un año entre aquel sobrevuelo, los permisos y la instalación del campamento en Kavak, desde donde arrancaron su aventura a riesgo de no encontrar nada fastuoso. Pero sucedió lo contrario
.
El esfuerzo valió la pena. La cueva está ubicada en un punto del Auyantepuy intrincado, en una grieta en cuyo costado hay una abertura por la cual se ingresa. Pero, además de ese acceso, tiene muchos otros, según pudieron dar cuenta los expedicionarios.
“Nos asombramos al ver lo que allí había. Hicimos estudios in situ de agua y de minerales que con la tecnología se pueden ver en el lugar, vimos animales, insectos, pero no era esa nuestra competencia. A futuro queremos que nos acompañe un biólogo venezolano y otros especialistas, pues la intención es abrir la brecha de conocimiento sobre la génesis del planeta”.
El Parque Nacional Canaima es Patrimonio de la Humanidad, en 2014 se cumplen 20 años de este reconocimiento de la Unesco y cada vez más sigue asombrando a la ciencia por sus misterios. Se trata de una de las tierras más antiguas del mundo, y aún bajo ellas, en las mesetas llamadas tepuyes, se guardan millones de secretos.

La agrupación que preside Vergara tiene un año formalizada legalmente, pero él junto a su hermano Jesús y otros amigos a quienes les gusta la aventura, el manejo de cuerdas y demás, han colaborado ya en otros proyectos menores. Sin embargo, este les ha despertado gran pasión, en especial por la belleza del lugar.

“Lo que más me impresionó fue lo grande, el volumen del lugar, es enorme y pareciera que nada lo está sosteniendo, encontramos muchas salidas y no terminamos de explorar la cueva, puede ser incluso más grande. Lo principal es saber que está allí y que hay que conservarla”.
Destacó Freddy Vergara que, en 10 años, otros exploradores han descubierto varias cuevas en el Auyantepuy que suman, entre todas, unos 16 kilómetros; en cambio el equipo multidisciplinario ítalo-venezolano logró en tan solo una expedición de casi 15 días levantar una ruta de 15.5 kilómetros en un solo lugar, la Imawarì Yeuta.


Agudo instinto
Raúl Arias, el piloto descubridor y uno de los mayores patrocinantes en el hallazgo de esta cueva, admitió que la experiencia dentro del Parque Nacional Canaima es su aliada a la hora de identificar dónde puede haber un posible tesoro escondido.

“No siempre pasa, muchas veces ves una saliente y luego la exploras y no tiene más de 5 metros y hay un derrumbe. Creo que para hallar estos lugares se trata de aprender a ver, de instinto, de observar la topografía y detectar diferencias”, confesó.

Para este piloto que cuenta con 38.675 horas de vuelo, 23.785 de ellas en helicóptero y el resto en avión, su motivo para ser tan observador es ofrecer algo más. “Siempre habrá el reto de ir más allá, y más allá y más allá, o el comienzo y creo que eso es lo importante, ver más allá que los demás”, reveló.
Sobre la cueva, al principio, cuando empezaron la planificación de la expedición, pensó que no sería tan grande pero sí interesante. Al entrar fue sorprendente, puesto que desde las alturas no pudo haber imaginado tal joya subterránea, llena de múltiples accesos, agua fresca, brisa, formaciones rocosas y demás. “Valió la pena tanto esfuerzo”, puntualizó.
Al menos 15,5 kilómetros fueron estudiados topográficamente en la zona
Una de las salas fue bautizada Saúl Gutiérrez, en honor a un biólogo venezolano





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